viernes, 7 de mayo de 2010

Final: Círculo de angustia XV (1948)

Estos pies que, por tanto caminar,
se han herido sin dar con el sendero,
y estas manos cansadas de implorar
al cielo que les muestre lo certero,
y mis ojos que, secos de llorar,
no han hallado el camino verdadero,
se reúnen un día a conversar

y los sangrientos pies hablan primero:

–Venimos fatigados, de muy lejos,
ya todos los caminos recorrimos;
de la verdad no hallamos ni reflejos;
sólo heridas y lodo recogimos;
estamos extenuados y deshechos.

Y las manos alegan sus derechos:

–Qué diremos nosotras que, ambiciosas,
creímos alcanzar el cielo orando,
y después, más paganas que piadosas,
a la sombra nos fuimos entregando...?
¡Más solo retuvimos amargura!

Y los ojos expresan su tortura:

–Del mirar conocemos el martirio
en la luz y en la sombra hemos cegado,
y, cerrados o abiertos, el delirio
de ver lo que no existe hemos pasado.
¡Sólo somos pupilas de tormento!


Con este fragmento concluye el poema, engloba los diversos contrastes planteados en la obra, sin embargo, no llega a nada: el yo poético sigue igual de perdido que cuándo inicia, ahora más frustrado por haber intentado por diversos medios elevarse y alcanzar la felicidad completa sin lograrlo.

Alude a los ojos, a las manos y a los pies… los ojos que en luz o tinieblas ven lo que anhelan y no lo que es, las manos que suplicando se volvieron un imán de amargura y los pies que buscaron errantes la salida…

La línea final es perfecta “¡pupilas de tormento!”, pupilas que muestran lo que se desea y no lo que es generando una frustración inmensa…

Un yo poético siempre inconforme con su realidad y anhelando otras, un yo poético que experimentó en sí una gama de sensaciones: insignificancia, ira, frustración, desconsuelo, desesperación, euforia…

Un poema que describe la perpetua insatisfacción humana y la crueldad de la vida, un poema que enseña que cada quien es arquitecto de su propia existencia y de la forma que la sobrelleva, un poema que nos hace ver que todos somos tan humanos como los demás… que aunque desconsolados, nunca seremos los únicos en esa circunstancia, un poema más femenino que masculino, un poema de Pita Amor…

Volcánica: Círculo de angustia XIV (1948)


¿Quién del volcán conoce la tortura?
Sola yo que, volcando mi amargura,
soy el símbolo humano del volcán.

En impetuoso ardor vuela mi afán
y mi lava se esparce por la tierra;
quema los montes, por los campos yerra,
se acerca al mar, petrifica ríos,
y no logran sus trágicos desvíos
arrancar las raíces del volcán.

Por el contrario, en su interior están
eternamente renovando llamas,
que se retuercen cual ardientes ramas,
multiplicando el laberinto inmenso,
sin hallar un lugar bastante extenso,
donde el fuego, volcado y contenido,
quede por un instante adormecido.

¿Quién del volcán conoce la tortura?
Sola yo que soy él y su amargura.


El fragmento más poderoso del poema, una mujer fuerte que destruye cuando amarga, que quema a su paso, que explota al no poder contener sus sentimientos al interior…

Una mujer agresiva, destructiva, poderosa y fuerte a ojos externos… una mujer que por dentro está conteniendo sus sentimientos y la están destruyendo, no encuentra alivio y por ello destruye…

Una mujer… una mujer entera, una mujer compleja que sólo ella logra comprender, una mujer como Pita, una mujer como yo…

Círculo de angustia IX, X, XI, XII, XIII (1948)

IX

Yo nací al nivel del suelo,
pero me estaba elevando.
Mi ser se fue sublimando
y quiso inventar el cielo.
Mas tuve angustioso duelo
cuando supe que, subiendo,
al paso que iba ascendiendo,
un triste hueco dejaba,
y un presagio amenazaba:
¡no subo... me estoy hundiendo!

X

Mi cuerpo, andando el camino,
muy poco lugar recorre.
En cambio mi alma no corre
y traspasa su destino.
Proceden los dos sin tino:
el uno vuela, y no llega;
inmóvil la otra navega
por regiones que no existen;
más en su esencia persisten,
y al universo se entrega.

XI

En la cúspide más alta
o en el abismo profundo,
en cualquier plano del mundo,
la paz en mi mente falta.
Y es que mi esencia se exalta
a cada golpe de vida:
tiene un ansia desmedida,
quiere encontrar saciedad;
mas duda que sea verdad
esa paz preconcebida.

XII

Toda la inquietud del mundo
vino a juntarse en mi ser,
y así comenzó a crecer
este abismo en que me hundo.
Por eso tal vez confundo
toda luz con la negrura;

y una obsesión me tortura,
teniéndome aprisionada,
¿he nacido para nada,
o para alcanzar altura?

XIII

En mí siempre el mismo tema:
el de la angustia redonda,
y es que mi razón ahonda
el centro de mi sistema.
Vivo un eterno problema:
a mi ser lo veo perdido,
¿con qué fin habrá nacido,
si tan sólo es una sombra
a la que el vivir asombra
sin encontrarle sentido?


Estos fragmentos juegan un contraste con la altura y el abismo, con avanzar y retroceder…

Reflejan la vida: esos momentos de ascenso que en cuestión de segundos se ven reducidos a escombros, un crecimiento disparejo en el que cuerpo, mente y alma no van al mismo ritmo, la inquietud perpetua de algunos humanos, la desesperación que se siente al no poder salir de alguna pena, la sensación tras una caída de jamás encontrar la felicidad de nuevo, la creencia de que nuestra existencia ha sido inútil…

Retrata un yo poético frustrado y triste, un yo poético que está inmerso en la inercia de la vida y que tiene que seguir avanzando aun cuando caiga o cuando avance lastimado… una visión cruel y sin embargo certera…

La sangre: Círculo de angustia V, VI, VII, VIII (1948)

V

Mi sangre me pide venas
para poder esparcirse,
que ya merece sentirse
libre de tantas cadenas.
Y es porque en ella mis penas
su origen han encontrado;
por eso la han desbordado,
y el cuerpo ya no retiene
el torrente que contiene
dolor con sangre mezclado.

VI

Mi sangre es lo que me quema;
vidas ha la llevo adentro;
en mí coaguló su centro:
yo soy su sangriento tema.
Es en mí su fuerza extrema;
antes de nacer, me hizo;
y nací bajo su hechizo;
viviendo me he desangrado...
Todo en el mundo he probado,
y mi sangre me deshizo.

VII

La inquietud no me rodea;
adentro de mí la llevo;
cada instante la renuevo
y es mi sangre quien la crea.
Mas aunque mi esencia sea,
ella es mi peor enemiga:
es la lumbre que me obliga
a estar alerta durmiendo,
y, muerta, a seguir viviendo
dolor que nada mitiga.

VIII

Mi sangre entraña misterio:
de eternidad fue formada,
y aunque hoy esté aprisionada
en venas de cautiverio,
eterno será su imperio,
pues la inquietud no termina.
La sangre siempre domina,
que antes de estar en mi ser,
ya fuego debió de ser
esta sangre que me anima


La sangre es la protagonista de estos fragmentos, es un flujo de emociones, un flujo tan fuerte que inquieta. La sangre es vida y es la vida la que nos permite sentir, sentir cosas felices, tristes, dolorosas…

Sin vida no habría inquietud, sin vida no habría dolor, sin sangre no habría vida…

La sangre impulsa, la sangre quema...

Pita Amor hace un paralelismo entre la vida y el sufrimiento, un reclamo a la sangre por mantenerla con vida aun cuando siente que se le sale y que eso la está destrozando…

Círculo de angustia IV (1948)

Noche sin despertar en que me hundiera
un tenebroso sueño que, obstinado,
a mi triste dormir ha sentenciado
humeante gris que terminar espera.

Sin calor ni matiz, mi pobre esfera
a la esfera del mundo ha contemplado;
su eterna pequeñez ha equilibrado
al presentir la inmensidad de afuera.

Padece mi alma en redondez terrible:
tiene lo suyo y además, lo adverso.
Lo mínimo a lo grande hace accesible.

En resignada claridad inmerso,
mi espíritu reunió lo incompatible:
Mi nada... y el total del universo.


Estos versos remiten a las curvas, a lo redondo y a la continuidad. Aquí el contraste está de nuevo presente, pero en este caso es entre lo inmenso y lo insignificante.

La primera estrofa trata del mundo onírico y de la forma en la que éste impacta la vida de las personas como escape o resaltador de emociones. En este caso es un sueño tenebroso, un sueño que sentencia el triste dormir, un dormir que remite a la depresión y desmotivación. Esta desmotivación tiene continuidad a lo largo de las demás estrofas en las que el yo poético se mimetiza con una esfera sin calor ni color (matiz), una esfera insignificante comparada con la inmensidad de la esfera terrestre.

La esfera insignificante, según la voz poética, es un cúmulo de lo que es y lo adverso que tiene, remitiendo a la naturaleza misma de la existencia humana: cosas buenas, cosas adversas y cosas que simplemente son.

Finalmente habla de la simbiosis entre lo pequeño y lo grande, que aunque según el yo poético insignificante, el todo está hecho de muchos “nadas” que en realidad son individuos. Y qué manera tan magistral de terminar, concientizando su insignificancia y contrastándola con el universo…

Círculo de angustia I, II y III (1948)

I

Una obscura sombra alada
al nacer, nació conmigo;
era un fantasma enemigo
que al misterio me ligaba.
Tanto a mi alma atormentaba
que la llevó a la locura.
Vi el infierno y su tortura
toqué el fondo del abismo,
mas conocí el espejismo
de gozarme en la amargura.

II

A tientas ando el camino,
y por ello me acongojo,
pues a lo oscuro me arrojo
sin encontrar mi destino.
Y del negro torbellino
el turbio enigma no entiendo,
¿es que ciega estoy viviendo?
¿o es que la luz no ha existido?
Será mejor que el olvido
me enseñe a vivir no viendo.

III

De la negrura más honda
ya mi alma se está formando.
La luz se va proyectando
en la tiniebla que ronda.
Oscuridad tan redonda
ha de llegar a moverse.
Las sombras al extenderse
fulgor transparentarán,
y con su gris humo harán
mi noche desvanecerse.


En estos versos Pita Amor juega con la dualidad luz y oscuridad. Despiden una fuerte carga sentimental que no obstante deja entrever el arrojo de la poetiza al enfrentar y aprender a vivir con su oscuridad, a incluso seguir caminando pese a lo oscuro del sendero que conoce de antemano, a gozarse en la amargura, a aprender a vivir con sus carencias…

Palabras poderosas para aquellos lectores cuya vida se ve rodeada de oscuridad al momento de leerla. Retrata la imposibilidad de vivir en la eterna contemplación esperando que las cosas mejoren, por ello hemos de entregarnos al ciclo: actuar, caer al abismo y esforzarnos por renacer de las cenizas. Dicho ciclo es lo que cada fragmento trata: el primero habla de la oscuridad siempre acechando, enloqueciendo y derribando; el segundo del ímpetu por avanzar en la oscuridad pese a la completa incertidumbre y el tercero de un rayo de luz que aunque no es completamente revitalizante poco a poco irá dispersando las tinieblas.

Con ellos leemos a una Pita Amor tan humana como cualquiera de nosotros...

El desnudo que causó revuelo

Pita Amor por sus circunstancias familiares tuvo la oportunidad de codearse y vincularse con los intelectuales mexicanos de su tiempo. Nombres como Ocativo Paz, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska y otros más figuraban en su lista de amistades.

El comportamiento de esta clase “intelectual” no resulta un misterio para los mexicanos. El proceder de esta élite social ha sido retratada en la literatura, la televisión, el cine y otras manifestaciones artísticas e incluso se vuelve protagonista en el cuento “La cocinera” (1940) de Julio Torri. Dicho cuento evoca una reunión de estas personas, sin embargo, por la naturaleza ficticia del cuento y por su año de publicación no hace referencia concreta a ninguno de los personajes mencionados, pero lo que sí, es que describe una de las fastuosas reuniones que tenían en las que novelistas, poetas, políticos, embajadores y demás intercambiaban discusiones de temas tanto relevantes como amistosos.

De estas interacciones los artistas se vinculaban entre sí, ya fuera inspirándose en el estilo de escritura de otro, buscando entre ellos un “estilo mexicano” o sencillamente manifestando la presencia de alguno otro dentro de su obra o dedicándosela. Pita Amor como actriz y poetiza no fue la excepción, además de que por su belleza fácilmente podía ser utilizada fácilmente como musa, característica que aprovechó Diego Rivera en varias ocasiones.

El cuadro en el que aparece desnuda y en el que predominan los tonos amarillentos y ocre data de 1952 o 1953 (se desconoce la fecha precisa). Esta obra no es la única que Diego Rivera pintó de Pita Amor pero sí es el único desnudo. Dicha pintura estuvo ilocalizable hasta 2007 aunque se conocía su existencia, sin embargo salió a la luz para la exposición del 50 aniversario luctuoso de Diego (Diego Rivera. Gran Ilustrador) exhibida en el Munal. Esta pintura no había sido expuesta por el rol de Pita Amor como figura y musa nacional que los curadores creyeron causaría conmoción, sin embargo en la exposición de 2007 era uno de sus principales atractivos, el cual nos sirve como ícono y demostración de la ferviente libertad con nuestra poetiza encauzaba su vida.

No existe en línea una imagen de dicha pintura, pero conociendo la maestría de Diego y la belleza de Pita, es fácil hacernos una idea sobre la misma...


Referencia:

http://www.eluniversal.com.mx/notas/464515.html